Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1861-1862 (Cortes de 1858 a 1863)
Sesión: 10 de mayo de 1862
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Discurso
Número y páginas del Diario de Sesiones: n.º 118, 2.345 a 2.347
Tema: Amnistía por los sucesos de Loja

El Sr. SAGASTA: Sres. Diputados, ni la habilidad, ni la intención, ni deseo del Sr. Ministro de la Gobernación me han de obligar a descender un punto de la altura en que he creado debía colocar esta cuestión importante, gravísima, que se está debatiendo.

¡Qué me importan a mí los ataques del Sr. Ministro de la Gobernación en este momento, en que he venido a ocuparme de la desgracia de la humanidad!

Ya he conocido yo antes de que el Sr. Ministro de la Gobernación hiciera la declaración, que S.S. estaba trastornado; ya conocía yo que S.S. estaba descompuesto o desconcertado; y como S.S. ha comprendido que no sólo yo, sino todos los Sres. Diputados de la Cámara lo había conocido, ha hecho bien en declararlo. Desde las primeras palabras comprendí que S.S. estaba preocupado con otra idea; S.S. creyó que yo iba a atacar fuertemente al Gobierno, que yo iba a desatarme fulminando contra él los rayos y centellas, que iba a promover tempestad parlamentaria, que iba a enconar y a excitar las pasiones aquí.

¡Pero ah, qué mal me conoce a mí el Sr. Ministro de la Gobernación! No, y mil veces no; yo jamás me valgo de cosas tan grandes para obtener tan pequeños resultados. ¡Ah, qué mal me conoce el Sr. Ministro de la Gobernación! ¿Pues no conoce S.S. que esto hubiera equivalido a convertirme yo en especulador indigno de la desgracia? Yo nunca me convierto en eso; quédese la especulación de la desgracia para aquellos que tienen pensamientos tan ruines y corazones tan pequeños, en que no caben más que esos sentimientos mezquinos y despreciables, porque en su seno no caben otros sentimientos elevados. (Aplausos en las tribunas.)

El Sr. PRESIDENTE: Sr. Sagasta, suspenda V.S. por un momento la rectificación: se van a leer dos artículos del Reglamento.

El Sr. PRESIDENTE: Los celadores cumplirán con las órdenes que les tiene dadas la mesa respecto a conservar el orden en las tribunas.

Continúe V.S., Sr. Sagasta.

El Sr. SAGASTA: He dicho, Sr. Diputados, que yo no venía hoy a combatir; he dicho que yo venía a suplicar, y no desisto de mi propósito; repito que no combato; y sin sin embargo de que yo, lleno de generosidad, aprovechando un día de tregua que yo quería proponer, me he ido a la tienda de mi enemigo, y habiendo ido sin armas se me ha atacado, digo que no me defiendo. Atáqueme S.S.; y sino le basta con esto, con que haya arrojado el casco, quitándome la cota de malla y roto la lanza, me quitaré la levita, y me presentaré a S.S. sin arenas ni equipajes, y dé cuanto quiera, que no me defiendo.

No me ocupo pues de nada de lo que ha dicho el señor Ministro de la Gobernación. Nos ha atacado S.S. de ser enemigos del orden, de falta de previsión, y esa falta de previsión, es verdad; en eso sí que tiene S.S. razón: falta de previsión, comparada con la del Gobierno; porque si nosotros previéramos, como previó S.S., la muerte de adversarios políticos, icuántas cosas dejaríamos de hacer, y cuántas otras haríamos!

Es claro: ¿cómo ha de alcanzar nuestra previsión a lo que no creo alcance previsión humana, sino la previsión especial que tiene el Gobierno? ¿Cómo habíamos de tener la previsión de que inmediatamente a los sucesos de San Carlos de la Rápita habían de morir los Infantes de repente? Para eso, señores, no hay previsión ninguna en lo humano; no hay más que la previsión de este Gobierno. Bendito sea el Gobierno que a tanto alcanza su previsión.

No quiero descender, Sres. Diputados, del terreno en que me había colocado. El Sr. Ministro de la Gobernación ha supuesto que yo había dicho que había llevado mi bandera a unirla con la bandera del partido político que S.S. representa, que yo me había unido al campo político de S.S.

Eso no lo he dicho; he dicho que deseaba que estuviéramos juntos en un terreno distinto de la política, porque hay tantas cosas en que podamos estar juntos todos los partidos políticos, que yo francamente creí que lo mismo los individuos que componen el Ministerio que los de la mayoría podíamos estar juntos fuera del campo de la política; [2.345] en cuestiones de patria y humanidad que deben ser iguales para todos, para nosotros como para vosotros, como lo estamos en la esfera de la patria, como creo lo estaremos en lo sucesivo en todas las cuestiones de la patria y de la nación, superiores a nuestras pasiones políticas, a nuestras debilidades y a nuestras miserias.

¿No nos ha visto S.S. muchas veces en estas cuestiones? ¿Es ésta acaso la primera vez que hemos tenido treguas en las cuestiones políticas, para estar unidos en esas cuestiones que están separadas de la política?

¡Pero qué diferencia de generosidad! Cuando el Gobierno propone una cosa que nos parece buena, fuera de la política, nosotros no la rehusamos; con el Gobierno vamos; y cuando la proponemos nosotros, achacarnos malas intenciones.

Supones que yo me he visto de cordero para convertirme después en lobo: no; el lobo aquí es S.S.; el cordero lo soy yo, a sabiendas, voluntariamente, que confiadamente también me he entrado en la tienda de mi adversario para que allí, al ver que me presentaba como cordero, me atrapasen los lobos y me mordiesen.

Recojamos pues todas las alusiones, todas las invectivas, todos los cargos que S.S. impunemente nos ha dirigido hoy; en su día los contestaremos con la importancia, con la energía, con el vigor que necesitan; hoy no admitimos la batalla; hoy impunemente S.S. puede atacarnos, ya lo dije antes; y extraño que S.S., después de haber yo dicho eso, haya venido a herirme; pero no importa, recibo con gusto las heridas. ¿Qué me importan a mí las heridas de S.S. cuando procuro restañar hoy las heridas de tantos?

El Sr. SAGASTA: Voy sólo a rectificar dos proposiciones del Sr. Ministro de la Gobernación.

Es la primera, el creer que yo había dicho que el Gobierno empleaba el rigor y la fuerza haciéndolas ocupar el lugar de la justicia. Los Sres. Diputados recordarán cómo hacía yo estas consideraciones; cómo al venir hablando de las insurrecciones en general, cómo explicando en tesis general lo que sucedía, y los resultados calamitosos de las mismas, decía, y lo repetí muchas veces: estoy haciendo aquí consideraciones generales. ¿Y cuándo lo decía? Hablando de una cosa que no había sucedido, ni en la sublevación de Loja, ni en ninguna de estos últimos tiempos.

Pero eso lo sabe el Sr. Ministro de la Gobernación. ¿Pues no sabe S.S. que yo hasta después de eso no me ocupé de ninguno de los acontecimientos políticos? ¿Pues no sabe S.S. que yo decía, aplicando estos principios generales a la sublevación ocurrida en Loja, que este caso no había llegado allí y que ya era tiempo de hacerlo? Precisamente decía yo:

después que los delincuentes han llorado sus extravíos, éstas fueron poco más o menos mis palabras, después que se han visto cerca del precipicio a que caminaban, creía yo que no era aún llegado ese caso: no hay pues cargo al Gobierno por su conducta hasta hoy; lo habrá en un caso para de aquí en adelante.

Pero S.S. ha dicho que no tendríamos mucha intención de que esa proposición se aceptara, cuando no nos hemos acercado antes al Gobierno: no nos hemos acercado, no nos acercamos nunca, porque tampoco nos acercamos cuando presentamos una proposición de ley para dar fuerza al Gobierno en las cuestiones exteriores: las cuestiones de generosidad no se ensayan; pero hay más: S.S. creía que [2.346] yo no he hablado con ningún Ministro de eso, y S.S. está equivocado; yo he hablado con uno de sus dignos compañeros: he dicho más; he dicho que tengo tal deseo de que mi proposición se acepte, que me comprometo desde ahora a no pronunciar el discurso que en el momento me ocurra, sino un discurso en que se desenvuelvan las ideas que el Gobierno mismo me dé, con tal que se acepte mi proposición. Eso es lo que yo he dicho a uno de los individuos del Gobierno, después de esto, véase mi proposición, léase: no tengo más que decir.

El Sr. SAGASTA: Son exactas las palabras del señor Ministro de Fomento, aunque después él mismo ha venido a desvirtuarlas. Nos encontramos por casualidad; hablamos de los acontecimientos de Loja; hablamos de la proposición que yo había tenido el honor de presentar en las secciones: me dijo S.S.: siento que haya V. presentado esa proposición, porque viniendo de la oposición puede perjudicar a aquellos desgraciados. Contestación inmediata mía: " Pues no lo sienta V., Marqués, porque yo de ninguna manera pienso hacer oposición al Gobierno por este medio." Y entonces fue cuando pronuncié las palabras a que me he referido antes, que yo no tenía inconveniente en que el Gobierno me diera las ideas para desenvolver sobre ellas mi discurso: hasta ese punto llevaba yo mi abnegación. Por lo demás, me duele mucho lo que el Sr. Ministro de Fomento ha dicho, que podía influir esta proposición para la prolongación en la desgracia de esos infelices. ¿Qué culpa tienen esos infelices de que nosotros tengamos aquí esas cuestiones?¿Es esto digno de ningún Gobierno noble y generoso?

 (Los Sres. Presidente del Consejo de Ministros y Ministro de Fomento piden la palabra. )



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